El hombre mira el atardecer desde una bonita playa, junto a su mujer, en algún momento de sus merecidas vacaciones. Todo parece perfectamente en su sitio, y de repente, del fondo de su corazón, surge una voz simpática, amigable, pero con una pregunta difícil: -¿Estás contento? -Sí, sí que lo estoy –responde. -Entonces mira detenidamente a tu alrededor. -¿Quién eres tú? -Soy el demonio. Y tú no puedes estar contento, pues sabes que, más tarde o más temprano, la tragedia puede irrumpir y desequilibrar tu mundo. Extiende tu mirada en torno, cuidadosamente, y entiende que la virtud es apenas uno de los lados del terror. Y el demonio comienza a mostrar todo lo que está ocurriendo en la playa: El excelente padre de familia que en estos momentos está recogiendo los bártulos y vistiendo a los niños, al que le gustaría tener una aventura con su secretaria, pero no se atreve por miedo a la reacción de su mujer. La mujer, a la que le gustaría trabajar y ser independiente, pero no se